Bienestar consciente

Un templo llamado CUERPO

«La iglesia dice: el cuerpo es un pecado.
La ciencia dice: el cuerpo es una máquina.
La publicidad dice: El cuerpo es un negocio.
El cuerpo dice: Yo soy una fiesta «.-

Eduardo Galeano, Walking Words

Estamos acostumbrados a vivir siempre en la mente y la mente es la que suele regir nuestras vidas. Ayer leía una frase de James Allen que apuntaba: “Has llegado hoy hasta donde tus pensamientos te han llevado, y mañana llegarás hasta donde tus pensamientos te lleven”.

Y es que la mente juega un papel muy importante en nuestras vidas. Los seres humanos nos distinguimos del resto de mamíferos precisamente por nuestro uso de las capacidades mentales.

Sin embargo, quedarnos solo en la mente es vivir la vida de una manera muy limitada. Nuestra mente, y en concreto nuestro cerebro proviene del cerebro reptiliano, donde se encuentra el instinto de autopreservación y agresión, que posteriormente evolucionó al cerebro intermedio donde se haya el sistema límbico y las emociones para acabar en el cerebro racional o neocórtex que hoy en día usamos, donde se procesan todas las tareas intelectuales.

mindfulness
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¿Qué quiero decir con todo esto? Pues como dice el Dr. Rick Hanson: nuestro cerebro (el tuyo, el mío y el de todos) es velcro para lo malo y teflón para lo bueno. Estamos diseñados de serie para protegernos, es decir, atacar o para huir. Y es por esto que pasamos la mayor parte de nuestra vida en lo malo, elaborando sobre las preocupaciones, anticipándonos a lo que pueda pasar, o arrepintiéndonos de lo que fue y de lo que no pudo ser.

Y debido a todo esto, pasamos la mayor parte de nuestra vida haciendo uso de la mente pero se nos olvidan los demás invitados a este baile de la vida. Y el verdaderamente importante, el de honor, nuestro cuerpo.

Yo vengo de una familia eslava con un carácter bastante fuerte donde todos crecimos con la creencia de “No hay dolor”. Y como yo interpreté desde pequeñita esto, es que siempre hay que tirar para adelante pese a cualquier dolencia. Afortunadamente no es que haya tenido muchas enfermedades graves en mi vida, pero siempre he entendido el cuerpo como un vehículo para llegar a donde quería. Si le faltaba gasolina, se la ponía en cualquier estación y a seguir. Revisiones de ITV humana anuales y si todo bien, que solía estar bien, cerraba carpeta hasta el año siguiente.

Sin embargo, a través Atención Plena (Mindfulness) y de la Alimentación Consciente (Mindful Eating) he ido poco a poco entendiendo que el cuerpo es mucho mas que un vehículo o una talla de vaqueros para poder estar mona.

Gracias a nuestro cuerpo estamos aquí. Sin él, nuestra vida no es vida. Es decir, sin cuerpo, no hay vida. Cuando no funciona, nada a nuestro alrededor funciona. Y cuando funciona, cuando nos sentimos bien, somos capaces de alcanzar la luna con las manos.

Tratar a nuestro cuerpo con amor y cuidado no sólo aumentará nuestro amor propio, sino que nos aportará un subidón de energía. Pongamos atención e intención en lo que le damos a nuestro cuerpo, no sólo porque nos queremos ver bonitas, sino porque nos queremos y nos queremos sentir bien. Alimentar el cuerpo no solo con alimentos. Lo alimentamos también con la vista, el olfato, el tacto e incesantemente con la calidad de nuestros pensamientos.

Para aprender a escuchar el cuerpo, como con cualquier escucha atenta, hace falta pausar y silencio, provocar momentos de encuentro.

Y ¿cuándo podemos crear esos momentos de encuentro? Para mi, los tres momentos clave de encuentro con mi cuerpo diarios son a través de la meditación, cuando me alimento y cuando hago ejercicio.

Tanto en la meditación de respiración (Mindfulness) como en la meditación activa (yoga) o cualquier actividad de conciencia corporal, el cuerpo comunica su estado. Cuando a los pocos minutos de sentarme en el zafú consigo acallar la mente, el cuerpo empieza a hablar y los dolores o incomodidades empiezan a surgir. Y el latido del corazón se empieza a oír. Y me va hablando diciéndome lo que necesito para ese día, lo que el día anterior no le dí o de lo que lleva tiempo careciendo.

A través de la alimentación, además de darle el combustible básico que necesita, comprendo que alimentos le saben bien, cuales le sientan mejor y cuales le van a ayudar a sacar el día adelante con energía y buen ánimo.

Cuando se desarrolla una actitud en la cual nos responsabilizamos de la información interna que proporciona nuestro cuerpo, los hábitos perjudiciales como el sedentarismo o la alimentación desequilibrada se modifican no por «deber» sino para disfrutar de más bienestar interior. Desarrollar una mirada de amor hacia el cuerpo no significa determinar si el cuerpo es bello o es feo, sino volver a casa para cuidar lo que es nuestro, lo que somos y nos vincula a la vida.

Y con la actividad física que es seguramente el momento en el que mayor presión le meto, es cuando mi cuerpo y yo nos volvemos uno y la comunicación es simultánea. La mente muchas veces quiere colarse repitiendo frases como: “ya has hecho mucho hoy” “hoy estás corriendo peor que nunca, no tenías que haber salido de casa” “me siento super pesada” “como me está costando” “no se si parar ya” “total, ya has corrido un día esta semana, no hace falta más”, etc., etc., etc. Pero el cuerpo sigue, silencioso, paso tras paso avanzando. Incluso a veces con mayor rendimiento de lo que mi cabeza puede percibir por todo el ruido mental de mis “saboteadores”, esos pequeños gremlins que todos tenemos que nos invitan a vivir permanentemente en nuestra zona de confort.

Y aquí me permito insertar las sabias palabras de mi profesor de meditación y yoga, Gustavo G. Diex:

“No te involucres en una competencia contigo mismo, y si así lo haces, anótala y déjala ir. El espíritu del trabajo es el espíritu de la aceptación de uno mismo en el momento presente. La idea es explorar tus límites suavemente, con cariño y respeto a tu cuerpo. No es intentar romper los límites de tu cuerpo por querer transformarlo en un ideal. Eso puede ocurrir de forma natural si mantienes la práctica pero si tiendes a forzarte más allá de tus límites del momento en vez de relajarte en ello, puedes terminar dañándote. Esto simplemente podría hacerte retroceder y desanimarte sobre el mantener la práctica, en cuyo caso podrías encontrarte culpando al trabajo en vez de ver que fue tu actitud de intentar lograr algo la que te llevó a excederte. Ciertas personas tienden a entrar en un círculo vicioso de excederse cuando se sienten bien y con entusiasmo y luego no poder hacer nada durante un tiempo y desanimarse”.

Para esta temporada os propongo que cada una desarrolle su ritual de comunión con el cuerpo, para aprender a quererle y cuidarle como si fuera nuestro bien mas preciado… ¡que lo és!

2 comentarios en “Un templo llamado CUERPO”

  1. Gracias Cuca!!
    Yo he pasado por diferentes fases y etapas.
    En los mejores momentos el cuerpo es mi templo, mi aliado, una fiesta, un regalo, tantas cosas maravillosas!!!
    Me di cuenta, que el cuerpo es lo que uno decide que sea, como vivimos en él toda la vida, la relación que establecemos con él es sagrada, por lo tanto, siempre siempre siempre merece la pena invertir en ella.
    un abrazo
    Verónica

    1. Así es. Aunque algunas de nosotras hemos crecido esclaviando el cuerpo a una imagen, con los años y la sabiduría podemos aprender a que el cuerpo es … un hogar sagrado. Un abrazo sentido, xx

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